domingo, 19 de abril de 2015

Hermanos, ¿juntos en la habitación o cada uno en la suya?

Juan se va haciendo mayor y va necesitando su propio espacio. Y no solo él, sino sus padres. Llega otra vez el momento de plantearse sacarle de nuestra habitación (hace dos días lo hacíamos con su hermano) y buscar una nueva ubicación para su cuna pero, ¿dónde?.

La experiencia de conocidos y familiares es variopinta y cada cual te cuenta la suya con los pros y los contras. Después de escuchar varias opiniones, seguimos sin saber si lo mejor es poner juntos a los hermanos o dejarles a cada uno su sitio. Ésta segunda opción solo es posible cuando se tiene espacio suficiente en casa, lo que hoy en día resulta complicado si se tiene más de un hijo y tres habitaciones: una de matrimonio, otra para el primer hijo y una tercera multiusos (despacho, plancha, trastero...). Entonces, ¿quitamos todos los trastos de ese cuarto y metemos ahí al "peque", quedándonos sin sitio para desconectar del griterío? o ¿metemos la cuna en la habitación del mayor, reduciendo su espacio de juego?. Pero no solo hay que plantearse esos problemillas sin importancia al fin y al cabo, sino algo fundamental como el descanso de toda la familia: ¿dormirán bien juntos o el uno despertará al otro y por consiguiente a los papis también?

He de reconocer que mi miedo es principalmente ese, el del sueño. Y es que no es lo mismo tener un hijo que duerma como un angelito y un segundo que haya seguido los pasos de su hermano, casos en los que este tipo de decisiones deben de ser mucho más sencillas, que tener un bichillo que con dos años y medio aún es raro la noche que duerme "del tirón", sin presentarse en tu cama o en medio del pasillo llamando a mamá. Así es que, a pesar de que el menor es bastante más dormilón y podría tener ya su sitio en caso de ser hijo único, estamos alargando el momento más de la cuenta.

Quizá el hecho de sentir cerca a su hermanito le hace descansar mejor y no necesitar tanto a mamá de noche o quizá la respiración del pequeño (que con su reflujo hace más ruido del que debiera) le molesta y agita más aún y las noches se tornan más complicadas de lo actual. ¿Quién sabe? y ¿quién se atreve a hacer la prueba y arriesgarse a pasar varios días sin dormir?

Me encantaría que me contaseis vuestras experiencias y consejos con este tema....



miércoles, 8 de abril de 2015

La elección del colegio: una decisión difícil

Como contaba en el anterior post, los hijos van creciendo y cada etapa es clave y tiene sus dificultades. Una de ellas, cuando han cumplido o están en camino de los tres añitos, es la elección del centro para los próximos nueve años (o trece en el caso de que tenga Educación Secundaria). 
Habrá quién lo tenga claro desde el embarazo incluso, bien porque ya tienen otros herman@s escolarizados, o porque tengan algún amigo o familiar docente en algún colegio o porque no dudan en llevarles al que ellos fueron de pequeños o simplemente porque les gusta uno en concreto por el motivo que sea. Sin embargo, no todos los padres nos encontramos en alguna de esas situaciones y el hecho de tener que tomar una decisión no es que nos quite el sueño pero sí nos hace pensar más de la cuenta. Y es que, ¿quién no se acuerda de aquel profe que de niño veíamos tan severo o exigente y nos traía por la calle de la amargura con tal o cual asignatura?, o de aquel compañero que nos puso un mote cruel que toda la clase usaba para mofarse de ti? o de esa amiga de la infancia que aún conservamos y con la hemos ido pasando todas las etapas de nuestra vida?...

En fin, que lo de elegir colegio no es tan sencillo porque puede que de ello depende buena parte de la vida de nuestro hijo, así es que hay que pensar un poco cuál es la mejor opción, siendo conscientes de que algunos factores no dependerán de nosotros ni del centro elegido, sino del desarrollo del niño, del resto de compañeros con los que le toque compartir aula o de los profesores que van a encargarse de su etapa educativa. 

Estamos en abril y a días de que se abra el plazo para rellenar las solicitudes y, aunque yo ya lo tengo bastante claro, todavía hay que pensar en otras opciones en caso de que con la primera no haya suerte y el niño se quede fuera, que no sería la primera vez, pues ya nos pasó con la guardería el primer año.

Y es que, ¿qué factores debemos tener en cuenta para equivocarnos lo menos posible? En mi opinión, lo primero es que el centro ofrezca una buena formación académica y luego vienen otros condicionantes como son la cercanía de casa, del trabajo o del domicilio de los abuelos que irán más de dos veces a buscarle; que sea o no religioso, en función de tus ideales; que haya impuesto un uniforme (no que lo lleve quién quiera sino que sea tradición del centro y todos vayan iguales); que tenga comedor o aula matinal; que tenga Educación Secundaria...

¿Vosotros lo tenéis ya claro?, ¿qué tendréis en cuenta para elegir el cole?
Ahí lo dejo...

miércoles, 18 de marzo de 2015

La angustia de los ocho meses

Cuando nuestros bebés lloran siempre buscamos una causa, algo que justifique el porqué de ese comportamiento para no creer en lo que en realidad muchas veces sucede y es que el "enano" es simplemente un plasta y no tiene más motivo que ese para quejarse.
Sin embargo, las madres y a veces (pero menos) los padres, buscamos información sobre lo que puede pasarle en función de la edad que tiene y la verdad es que suele coincidir con algún momento clave de su desarrollo. Así, cuando tiene tres meses se dice que llora más porque puede estar atravesando por una de sus primeras "crisis de crecimiento" y por ello necesitan más alimento y se despiertan más a menudo de lo que venían haciendo hasta entonces; a los cuatro puede que estén brotando los dientes y de ahí que se comporte algo peor o esté más irritable; a los cinco aprende a darse la vuelta y entonces quiere practicar también de noche; a los seis quizá ya sí que asomen esos dos dientes inferiores y eso era lo que le tenía inquieto; a los siete...el libro gordo de Petete y entre los ocho y los nueve meses, que es donde yo me encuentro ahora, llega la llamada "angustia de separación" o "angustia de los ocho meses".

Esa etapa, dicen los expertos, es un momento en el que los bebés son conscientes de que son seres independientes de la madre y surgen los temores de que ésta les abandone, de ahí a que empiecen a extrañar a las personas que no conocen o ven a menudo y tornan su hasta entonces habitual sonrisa a un llanto o un puchero cada vez que alguien se les acerca más de la cuenta. Además, siguen a la madre con la vista allá donde va y le alza los brazos a todas horas porque es donde se encuentra más seguro. Todo esto unido a que por la noche lloran desconsolados sin motivo aparente e incluso con los ojos cerrados empiezan a berrear. En fin, que es una etapa muy pesada y encima no es de dos ni tres días sino que puede durar incluso meses, hasta seis he llegado a leer. Con lo que nos ponemos ya en los trece o catorce meses, cuando seguro que otro acontecimiento "alterador" afecta al comportamiento del peque.

Luego llegan las rabietas de los dos años, las pesadillas y terrores nocturnos, el comienzo del cole, la llegada de un hermanito, las vacaciones y cambios horarios, el trabajo de mami y papi....en fin, que es un no parar de preocupaciones que asumimos (con gusto) los padres y... quién no lo haga que no hubiera tenido niños. Y digo esto porque siempre te encuentras con los típicos padres que se quejan por lo que sea, aunque aseguran que los suyos duermen y comen de maravilla, pero que son unos trastos y no paran quietos...Faltaría más! y qué queréis si son niños, que estén sentaditos todo el día y no molesten ni para pedir agua!. Vamos, que quejarse de vicio no eh? que para eso estamos los que no descansamos ni de noche ni de día.

Y vosotr@s lectores...¿en qué etapa os encontráis con vuestros hijos? Contad vuestras experiencias que así enriquecemos el blog.


martes, 3 de marzo de 2015

Por fin un diagnóstico: tiene RGE


Antes de la llegada del otoño, cuando aún paseábamos en manga corta y dormíamos sin arroparnos, el peque empezó con mocos. Todavía no había cumplido ni tres meses y ya estábamos con el suero fisiológico y el ventolín, que fue lo primero que le recetaron para su primer "catarro". Así pasaron los días y no mejoraba en absoluto, aunque al no escuchar ruido en el pecho le retirábamos el salbutamol. Los primeros quince días se hicieron eternos, pues empezó a dormir mal y cuando lo hacía sus ronquidos no nos dejaban descansar a su padre ni a mi. Varias veces acudimos a Urgencias porque pensábamos que se ahogaba con tanto moco pero los tratamientos volvían a ser los mismos: ventolín si tose mucho, algún corticoide y suero fisiológico antes de las tomas (aún estaba con pecho).

Cuando cumplió cuatro meses, ante el estancamiento en la curva del peso (nació con 3.700), nos aconsejaron introducir cereales en su dieta pero su peso no aumentaba demasiado, pues empezó a vomitar más de la cuenta y tampoco le vacunaron en ese "estado mocoso" por si empeoraba.

Buscando y buscando información di con un diagnóstico previo: tiene reflujo gastroesofágico. Todos los síntomas coincidían con lo que le pasaba al "enano" y ni corta ni perezosa fui a su pediatra y se lo dije. Me hizo un volante para la especialista en Digestivo Pediátrico, que resulta solo hay una persona para toda una provincia con lo que la espera ha sido de la mitad de la vida de mi hijo (desde los cuatro a los ocho meses).

Mientras tanto, seguíamos buscando las posibles causas de esos síntomas, pues todavía nadie nos había dicho nada seguro. En enero un pediatra nos alertó de la posibilidad de alergia a la proteína de la leche de vaca y compramos una leche especial además de pasar yo una semana sin ingerir lácteos, pues seguía con lactancia materna. Seguía más o menos igual pero le hicieron  pruebas cutáneas de alergia por si las moscas y nada, NEGATIVO. El niño estaba perfecto pero era "una fábrica de mocos". Tengo que confesar que hasta hubiese preferido que tuviera esa dichosa alergia con tal de dar con la causa.....

domingo, 22 de febrero de 2015

Paseos de invierno

Da igual que haga frío, que llueva, truene, nieve, que los niños tengan un poco de fiebre, que tú tengas mal cuerpo, que sea lunes, miércoles, fiesta...Con los niños hay que salir todos los días. Les enfundas en los abrigos, gorros, guantes, bufandas y buenas botas, coges un paraguas por si las moscas, tu gorro de agua por si solo chispea (es más cómodo para empujar a la vez el carrito con dos niños), el monedero para unas chuches si se ponen muy plastas y a la calle. "¿Dónde vamos?" , dice el mayor. "De paseo hijo, como siempre", le contestas muy natural. Y te dice:  "¡si está lloviendo!, ¿dónde vamos, a la calle del Sol? ". Esto último es porque en una ciudad pequeña como en la que nosotros vivimos, todos vamos a parar al mismo sitio cuando la opción del parque no es muy acertada si no quieres quedarte pajarito mientras esperas a que se cansen de montar en los columpios a pesar de tener la cara tiesa y las manos como escarcha. Pues eso, la calle del Sol es la más comercial, donde si te cae por sorpresa un chaparrón te puedes refugiar simulando que vas a comprar algo o simplemente a curiosear las perchas de las tiendas para pasar el rato. Y además de eso, es la calle que eligen la mayoría de conocidos que vivimos en el centro para "airear" a los niños con la esperanza de cansarlos y que caigan rendidos lo más pronto posible en la cama. 

Paseos arriba, paseos abajo, los niños ven luces, gente, compañeros del cole o la guarde, amigos de papá y mamá, abuelos, tíos, primos y así se van entreteniendo mientras los padres miramos el reloj cada dos por tres deseando que haya llegado la hora más cercana posible para el comienzo del ritual diario: cena, baño, cuento y a dormir. Y entre parada y parada con los viandantes conocidos siempre los mismos comentarios "Qué, a sacarles un rato a ver si se cansan, ¿no?, "qué frío hace hoy, pero da igual, había que salir porque estaban insoportables", "buff, mañana sábado, a ver qué hacemos toda la mañana con ellos en casa"...

Nunca he tenido mascota pero imagino que esa obligación de sacarles de paseo caiga la que caiga es similar a la que tienen los dueños de esos animalitos ( y que nadie se ofenda ni crea que estoy comparando un hijo con un perro, por favor). Los perros supongo que dan menos lata porque ni hay que bañarles, ni prepararles el bibe o la tortilla francesa según la edad, ni contarles un cuento antes de dormir, y eso los que tengan la suerte de DORMIR con todas las letras, que eso merece otra discusión que sin duda compartiré más de un día en este blog.

Pues lo dicho, que el aire puro viene muy bien. (Los pronósticos de hoy dan agua, pero os quiero ver en la calle del Sol)

¡Buen fin de semana y hasta la próxima!